Esta es una receta de las de toda la vida. Antes, cuando no había frigoríficos y la gente hacía su propia matanza, conservaba de esta manera la carne para que durara una gran temporada. Además de ser un método de conservación lo cierto es que queda riquísima. A mí me gusta así, tal cual, calentándola un poco en la sartén pero puede ser la base para otros muchos platos. Mi madre siempre la utiliza para hacer una cazuela de adobo, que no es más que una cazuela de fideos con esta carne. Otro día pondré la receta.
INGREDIENTES:
- 1'5 kg de costillas o lomo de cerdo o las dos cosas
- 3 dientes de ajo
- 1 cucharada sopera de orégano
- 1 cucharada sopera de matalahúva
- 1/2 cucharada sopera de comino en grano
- 1 cucharada sopera de pimentón
- 1 cucharada sopera de granos de pimienta
- Sal
- Un buen chorro de vinagre
- Aceite de oliva
Estas cantidades son aproximadas, según el gusto de cada uno podemos poner más o menos de cualquier especia o incluso quitar alguna si no es de nuestro agrado. El vinagre también es un poco al gusto dependiendo de si el adobo nos gusta más o menos fuerte, a mí me gusta fuertecito.
ELABORACIÓN:
En una fiambrera amplia y con tapadera hacemos el adobo, ponemos un poco de agua y echamos todas las especias, la sal y el vinagre. Removemos y metemos la carne dentro. El agua debe llegar como a mitad de la carne, no es necesario que la cubra por completo.
Metemos la fiambrera bien tapada en el frigorífico durante 48 horas aproximadamente. De vez en cuando movemos la carne para que coja el sabor por igual.
Transcurrido ese tiempo sacamos la carne del adobo y escurrimos lo máximo posible.
Ponemos a calentar una sartén y echamos la carne sin nada de aceite.
Empezará a soltar agua que desecharemos. Cuando ya no suelte agua cubrimos con aceite de oliva y sofreímos un poco.
Una vez fría la guardamos en una fiambrera asegurándonos de que la carne quede sumergida en el aceite. La metemos en el frigorífico y ya la tenemos lista para usar cuando queramos. Así aguanta bastante tiempo si es que no os la coméis antes.
Cuando nos apetezca sólo hay que ponerla en una sartén y dorarla un poco más o simplemente calentarla.